Les contes d’Hoffmann (Jacques Offenbach) - Teatro Real, Madrid. 12 de junio de 2014 Eric Cutler (Hoffmann) / Anne Sofie von Otter (Nicklausse , La Musa) / Vito Priante (Lindorf, Coppélius, Dr. Miracle, Dapertutto) / Ana Durlovski (Olympia) / Measha Brueggergosman (Antonia, Giulietta) / Christoph Homberger (Andrés, Cochenille, Frantz, Pitichinaccio) / Jean-Philippe Lafont (Maítre Luther, Crespel) / Lani Poulson (voz de la madre de Antonia) / Altea Garrido (Stella) / Graham Valentine (Spalanzani) / Isaac Galán (Schlemil) Nueva producción del Teatro Real, en coproducción con la Ópera de Stuttgart Coro y Orquesta Titulares del Teatro Real Dirección musical: Sylvain Cambreling / Dirección de escena: Christoph Marthaler / Escenografía y figurines: Anna Viebrock
Exhibición y ejemplo de cómo poder convertir en horripilante, aburrido y estúpido, lo que es una obra maestra musical, una ópera fantástica, en ambos sentidos de la palabra, un caramelo para cualquier director de escena, con tantas posibilidades para ofrecer detalles visuales espléndidos, bonitos, variados. Alguien con imaginación y gusto tiene aquí un inmenso campo para desplegar todo su talento al respecto. Pero no. Aquí lo que impera es ir a lo feo, a lo incomprensible, a movimientos absurdos, completos sin sentidos, y obligar a hacer el ridículo a figurantes, cantantes del coro y cantantes solistas: Anne Sophie Von Otter hace el tonto como "Nicklause", "Hoffmann" cuando entra no se sabe si está borracho o es un tarado, hay unas tías en bolas para que las dibujen unos (alguna de buen ver, eso sí), hay unos camareros que también hacen el tonto y luego se apelotonan entre ellos y ruedan, previamente hay uno que guía a un grupo que entra y sale varias veces, ... todo eso y más, y aún no hemos salido del prólogo. Ya cuando entramos en las tres historias, y no digamos el epílogo, el compendio de idioteces, continuos ridículos, konzept, y chorradas al uso sería inacabable. Solo destacar de entre las 1001 bobadas, la del arpa: nunca pensé que el nivel de gilipolladas a exponer en un teatro podría llegar a sacar una caja, poner "arpa" con un boli y que eso sea el sonido que acompaña la canción de "Olympia" mientras el coro hace mimo en grupo de tocar dicho instrumento. Pero vamos, como esas, cada uno que cuente su dilecta, porque hay tela marinera. Eso sí, mola la muerte de ""Schlemil", todo sea dicho, está bien hecha la pelea y su desenlace final hundido en una mesa de billar que rompe de cuajo con su caída tras el empujón y botellazo de "Hoffmann". Me gustó eso, y me sacó una risa... igual no era el objetivo del regista, pero da igual. Siempre tengo la impresión de haber salido de la peor producción vista en el Real... no deja de sorprender la habilidad que tienen en este recinto para poder llegar a empeorar las cosas, pero lo consiguen. En cuanto a los intérpretes musicales, también estamos ante un extraño fenómeno. Encontrar a un tenor protagonista que haga justicia a un papel tan largo, exigente y comprometido como es "Hoffmann" se convierto, hoy día, en la tarea más complicada e importante a la hora de confeccionar el largo cast de intérpretes de "Les Contes". Y aquí lo hemos tenido en manos de un Eric Cutler muy digno, refinado, de voz bella, con agudo fácil y squillante, solventa fácil el compromiso de una partitura dura por su alta tesitura y fiato exigidos (coplas del acto de Giulietta, p.e.), o imprimirse desde lo lírico (canción de Kleinzach) hasta lo spinto (como se muestra el protagonista en el acto de "Antonia"). El tenor americano había dejado en el mozartiano "Belmonte" del "Rapto en el Serrallo" auténticas exquisiteces pocas temporadas antes en el Real; pero en absoluto por ello patina en las partes más dramáticas ahora como "Hoffmann". De hecho, sus portes en el acto de "Antonia" (que para mi es el mejor de la obra, de hecho, creo que podría ser por sí solo una pequeña ópera, tiene todos sus ingredientes) fueron lo mejor de la noche: ópera y canto en vena. Fue el más ovacionado, y solo al final ya que Sylvain Cambreling parecía empeñado en callar al respetable toda ovación parcial comenzando el siguiente número casi comiéndose con una anacrusa el final del anterior, cuando no metiendo una coda de más. Será un buen director de "grandes Nadas" y similares. Con la simple, bella y concreta melodía con aire de operta francesa, está desubicado. Y ha de señalársele también, es justo, como cómplice de todo aquello que suene y que colabore al despropósito escnénico, como la mamelucada de parrafada que suelta "Stella" (Altea Garrido, una actriz). La batuta de Cambreling entorpece pero no afea el sonido de una Sinfónica de Madrid que va a más. El coro tiene un especial y largo cometido en la obra; su peor enemigo, Christoph Marthaler, el responsable del falaz trabajo escénico, y que entre otras cosas parecía empeñado en que los cantantes de coro hicieran todo el ridículo posible. Así es complicado cantar bien, se notó por momentos que la indudable calidad del conjunto estaba siendo mermada. A partir de Eric Cutler para abajo, el resto del elenco solista navega entre lo mediocre, malo y, esperpéntico. Impresentable el "Spalanzani" del tal Graham Valentine y patéticos los cuatro criados del tal Christoph Homberger. Hasta dudo que se trata de cantantes líricos, si quiera de cantantes. Sin duda, estos dos entran en un top5 de los peores cantantes que he visto en vivo jamás. Y no andará muy lejos Lani Poulson: nunca la voz de la madre de Antonia ofrecio un canto tan feo y deslabazado. Mal de solemnidad también los dos particcinos de la cantina. Como vemos, todo el panorama de secundarios, pocas veces ha resultado tan desastroso, y para ello, todos contratados de fuera de España: no hay mejores prestaciones locales?. Vamos ya. Dentro de los cantantes protagonistas, ex "Hoffmann" descrito, el más destacable es Jean-Philippe Lafont, un bajo de fuste como "Luther" y "Crespel". Iba muy bien Vito Priante encarnado al demonio en forma de "Lindorf", "Coppelius" y sobre todo de "Miracle", pero patinó y se rompió cual vaso de cristal que cae desde un décimo piso en su momento más brillante y lucido, y nunca mejor dicho, del aria del diamante de "Dapertutto", por lo que su nota global no puede pasar del bien, pero sería igualmente injusto bajarle de ahí. Y de las mujeres, poco o nada destacable. Anne Sophie Von Otter siempre tuvo más nombre que eficiencia, y hoy día, ya poco puede sumar al mundo canoro. Poquita voz, poca cosa. No impresiona la muñeca de Ana Durlovski. Los aplausos fueron más en este caso a una aprtitura que por su singulairdad siempre los cosechará. Las coloraturas están demasiado ligadas, hay un falso fraseo que no es la idea de la famosa canción de "Olympia". La voz no es fea y el agundo está, pero no goza de una limpieza, claridad y pulcritud. Sin ir más lejos, en los previos "Contes" del Real, esto se le encargó a Desiré Rancatore quien daba mucho más en el clavo del asunto de aquí a Lima. Las otras dos féminas protagonistas de sus relatos, "Antonia" y "Giulietta" vienen de la mano de Measha Brueggergosman, otro de los grandes fracasos de la tarde. Vibrato caprino y senil siendo una cría, tinte feo, porcentajes de afinación bajo mínimos, agudo estrangulado e imposible, fraseo igualmente inviable, no hay técnica, no hay fiato, no hay caudal... qué hay?. Pues poco más que una cara bonita y exótica pero encima bien entradita en carnes. Tampoco sé si estamos ante una sopreno, una mezzo o una contralto... creo en definitiva que la lírica no está pensada para tanta escasez. Me sorprende lo que se haya podido ver en Measha pra haber sido susceptible de varias contrataciones por acá... hasta en la extraordinaria (sin ironía: es realmente extraordinaria tanto en contenidos como nombnres propios) programacion de la ONE del próximo año está metida como solista capital de uno de los conciertos. Algo habrá, no sé.
Termino con algo personal. Tras la funcion de ayer, y despues de 17 años ocupando los dos mismos sitios en el turno F de abono del Real, dijimos mi mujer y servidor adios a tales butacas. Con mucha pena por tanto vivido, pero la propia vida no está para que año a año ultimamente esté uno renovando el abono casi por iniercia y con menor interés. O bien no intersa el título, o bien cuando interesa, como por supuesto es el caso de una obra meastra como "Contes", se empeñan en hacerlo cuanto más feo mejor. Hay excepciones que confirman reglas y a esas nos apuntaremos ir vía entradas sueltas, y lo haremos, porque hoy día está chupao conseguir entradas para el Real, sus programadores se han encargado que sea un producto venido a menos y poco demandado cuando otrora había patadas y peleas por recomprar entradas con sobrecoste y tener abono era tener un tesoro. Curiosamente, ayer nos despdíamos de los abonados que nos han rodeado durante más de 3 lustros, y fíjense, nos encontramos con que también habían decidido no renovar: qué coincidencia, no?. No es ya Mortier, que es un simple gestior, Matabosch, Pepito o Juan. Es el concepto que se ha enquistado en el recinto, y que dudo vaya a volverse a encauzar en muchos años. Ojalá así sea y volveríamos a por un abono: hoy día los anuncian, el único requisito es poder pagarlo; disponibilidad, toda la del mundo, no hay problema, esto ha cambiado hasta ese punto. Con todo, da pena, pero la verdad, el colofón con la función de ayer fue tan... "konzept", que fue como una señal, un oráculo, que hemos hecho lo correcto. Funciones como las de ayer, me alejan del género, mientras que lo que me hace amarlo está teniendo lugar en el resto de teatros, y no hay que irse muy lejos: en la Zarzuela, p.e., la funcion de "Pagliacci" da 100.000 vueltas a todo lo visto en el Real últimamente. Así que es simplemente un punto y seguido en la aficion por el género que está ofreciendo mejores resultas en otros sitios y será ahí donde poder apuntarse. Prefiero un par de expediciones líricas de verdad que ir por ir: porque ir por ir, como dice ese, es tontería. Y ya no está el horno para muchos bollos. Besos NICO.
_________________ Harmoniously, NICO
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