Cualquiera que viera anunciado a Leo Nucci en un recital del ciclo de lied, debería tener claro, que el programa oficial sería para cumplir expediente y la chicha del evento vendría con las propinas. Hace años ocurrió algo parecido con la participación de Juan Diego Flórez en este ciclo. "Habló" unas cuántas canciones para luego montar el alboroto con 6 arias de propina.
El evento también ofreció la oportunidad de escuchar en este ciclo algunas bellísimas canciones italianas, especialmente de Tosti, junto a famosas Napolitanas como "Dicitencello vuje" o "Lolita" y algunas piezas de Verdi, normalmente arrinconadas en un mundo, donde todo lo que no sea Schubert, Schumann, Brahms o Mahler (alemán en general), parece out y considerado de quinta división. Cierto es que el veterano barítono de 72 años de edad con un ensemble acompañatorio dicretito, estuvo fuera de onda (voz dura, descolocada, opaca, agria, destimbrada) hasta la interpretación de la última pieza del programa oficial "L'esule", una canción verdiana con todos los elementos de gran aria de ópera, recitativo, cantabile y cabaletta. Fuera de programa, "Barbero", "Don Carlo" (toda
la escena de Posa incluido "Per me giunto" e "Io morrò"-para mí lo mejor de la noche de largo, además porque es una pieza que raramente aborda Don Leo en los últimos años y en la que pude, por primera vez en las últimas veces que le he visto, escuchar a Nucci cantar legato), Rigoletto, ópera de la que interpretó el Cortigiani y ¡Cómo no! la vendetta, para la que fue interpelada una magnífica soprano-espectadora,
María José Moreno, que irrumpió en el escenario y a sangre fría, se pegó dos mibemoles como una casa, ya que la pieza fue interpretada dos veces. Finalmente, "DI Provenza" y "Non ti scordar di me" cantado por el público junto a Nucci.
Se podrán criticar muchas cosas, pero lo que es indudable es que el público (lleno de abonados del ciclo de lied) salió entusiasmado. Que Leo Nucci, con todos sus defectos, es otro de los poquitos representantes que quedan de "la ópera de antes", la de la personalidad, la de llevarse al público de calle, la de comunicar. Un señor aún capaz con una edad de jubilado de pegarse unos agudos inalcanzables para el 95% de los barítonos en activo, con un timbre (cuando calentó y colocó, al comienzo del "verdadero recital") aún potable y reconocible, un fiato aún apreciable (no al comienzo del recital) y unos acentos vibrantes, intensos, operísticos. Lejos de tanto blandiblú y "eviramiento" tan cotidiano hoy día.
Tampoco viene mal que en este ciclo de lied, ya señero en Madrid con veinte ediciones, de vez en cuando se desate la pasión, el alboroto, el calor, la extroversión y no todo sea ceño fruncido, rostros serios, minivoces tipo Goerne o Bostridge, acentos de la señorita pepis, discursitos pretendidamente graciosos de Hampson y desfile de imitadores varios de Dieskau.
Personalmente, insisto, además de todo lo expresado, me quedo con la interpretación de la escena de Posa, que se coloca en segundo lugar en mi ranking en vivo después de la que pude dsfrutar al Maestro Bruson en el Palau de la Música de Valencia hace años.