Der Teufelsreiter (Kálmán). Ohio Light Opera. Freedlander Theater. Wooster, Ohio. 3-VIII-2019
La Ohio Light Opera organiza cada verano un festival en la pequeña ciudad de Wooster, aproximadamente una hora al sur de Cleveland. Originalmente, se dedicaban principalmente a las obras de Gilbert y Sullivan pero, desde hace ya unas décadas, se interesan por la opereta en general, complementada con musicales clásicos. Tanto entre las operetas como los musicales, combinan obras muy populares (como South Pacific o Pirates of Penzance este año) con absolutas rarezas.
En los últimos tiempos, el compositor húngaro Emmerich Kálmán, del que han representado 13 operetas, ha sido uno de los pilares del festival. Tanto es así, que este año se han atrevido con una obra casi totalmente desconocida: Der Teufelsreiter (El jinete del Diablo). Estamos ante una obra víctima de las circunstancias: fue estrenada en 1932 (la última opereta vienese de Kálmán), cuando los gustos estaban cambiando y justo antes de que el nazismo barriese a la música «degenerada». Así, tuvo algunas funciones en Viena y se estrenó en alguna ciudad europea, pero desapareció del mapa. Estas funciones suponen su estreno en los EE. UU., pero incluso en Europa no se ha hecho prácticamente nunca, al menos completa. Personalmente, la única pieza que conocía de ella es la famosa danza «Grande palotas de la reine».
Y es una pena, pues estamos ante una obra muy interesante. Ante todo, cabe comentar que fue escrita justo después de que Kálmán rompiera con Brammer y Grünwald, los libretistas de muchos de sus grandes éxitos (Bajadere, Maritza, Herzogin von Chicao entre otras). En su lugar, contó con Rudolph Schanzer y Ernst Welisch, que produjeron un libreto con los enredos amorosos típicos del género y una buena dosis de intrigas políticas. De hecho, la obra es un alegato nacionalista húngaro, ambientado en los años anteriores a las revoluciones de 1848, en el que unos bravos patriotas húngaros intentan desbaratar los designios autoritarios del canciller Metternich.
El título hace referencia al protagonista, un húsar conocido por sus proezas ecuestres y su temeraria actitud, que le valen el mote de Jinete del Diablo. Este se enamora nada menos que de la hija de Metternich, cuyo padre tiene en cambio pensado casarla con el hijo del príncipe de Mónaco. Pero este, a su vez, está enamorado de una humilde bailarina. Se cuela por medio la emperatriz (que se enamora del Teufelsreiter) y toda una serie de personajes, algunos principalmente cómicos (como el gorrón y arruinado príncipe de Mónaco, que salva su fortuna al final creando el casino de Monte Carlo o el padre de la bailarina, un penoso espía) y otros reforzando la trama política por la parte austríaca o húngara. La acción transcurre primero en la Escuela Española de Equitación del Hofburg vienés y después en Presburgo, ciudad que en esa época se consideraba húngara.
Todo ello funciona bastante bien, aunque en alguna ocasión se tenga la impresión de que se podía haber acortado un poco la cosa. La Ohio Light Opera ha representado la obra íntegra, pero traducida al inglés por su director artístico Steven Daigle. La traducción funciona mejor en las partes habladas que en los números musicales, que a veces tienen unas letras algo simplonas, pero en general es buena (me pareció algo extraña la decisión de traducir Pressburg como Bratislava que, al fin y al cabo, es su nombre eslovaco). En cuanto a la música, no estamos ante una de las grandes obras maestras de Kálmán, pero hay mucha chicha. En particular, y pese a las acusaciones de sus contemporáneos de estar pasado de moda, hay una chispeante partitura de gran variedad: no solo valses, sino todo tipo de ritmos (tangos, foxtrots, rumbas).
En cuanto a la función en sí, ante todo cabe destacar el buen trabajo de la orquesta dirigida por Steven Byess que sale airosa de un desafío considerable. En el reparto, tenemos la típica compañía estadounidense de opereta, muchas voces jóvenes y actores muy implicados, en la que el todo supera a la suma de las partes. Como el Teufelsreiter, Benjamin Dutton firma una interpretación notable y carismática. Se trata de un joven barítono con una voz atractiva, aunque más apropiada seguramente para el musical. Por su parte, Tim McGowan tiene mucho éxito en el papel principalmente cómico del heredero monegasco. Sus amadas, Tanya Roberts y Sadie Spivey, estuvieron quizás a un nivel algo más bajo, o al menos más genéricas como intérpretes. Entre el resto del reparto destaca Yvonne Trobe como la emperatriz, sin duda el más interesante de los papeles femeninos (empieza de manera cómica, enamorada del húsar y creyendo que él está también enamorado de ella, luego se convierte en enemiga por despecho y finalmente en crucial aliada de los jóvenes amantes y de los patriotas húngaros). El importante papel hablado del canciller Metternich estuvo cubierto con la autoridad necesaria por el actor Boyd Mackus.
Por segunda vez consecutiva me tocó al lado de un espectador ilustre. En este caso, Yvonne Kálmán, hija del compositor, muy emocionada por poder ver por fin esta obra (según comentó, solo conocía unas funciones de 1978 en Viena, pero con muchos cortes).
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