Efectivamente, un placer encontrarme en Pesaro con el jovencísimo Blansac. Contento por ver que aún hay gente joven que se acerca a la lírica y a través del bel canto y de Rossini, pues la música del cisne de Pesaro alegra el carácter y es un perfecto vehículo para la alegría de vivir. La combinación que ofrece Pesaro de Sol, Playa, gastronomía italiana y Rossini no tiene rival.
Como ya han afirmado tanto Blansac como Pastoso, esta edición del Rossini Opera Festival brindaba la oportunidad de ver tres títulos que son casi imposibles de ver en otro lugar. Me ha gustado especialmente Eduardo e Cristina, siempre arrinconada con su sambenito de Il centone. Incluso la música de Adelaide di Borgogna funciona mejor en esta ópera.
Los repartos siguen certificando la inexorable crisis del canto Rossiniano que no escapa a la edad de hojalata. Las tres óperas prevén un contralto in travesti como protagonista. La mejor, a pesar del claro declive vocal, fue Daniela Barcellona -Eduardo- por dominio del estilo, sabiduría, acentos y autoridad en el fraseo. La Lupinacci canta muy bien, impecable su legato y agilidad, además del estupendo rapporto con la Blanch. Pero su grave es débil y le falta carisma, personalidad. Iguales defectos aquejan a Varduhi Abrahamyan, Ottone en Adelaida de Borgogna, pero más agravados pues su timbre es menos atractivo y su canto muy aburrido. Entre los tenores, el mejor fue el Texano René Barbera como Adelberto, que no descubrió el canto, pero sí mostró ortodoxa colocación, seguridad en agudos y agilidad, con un canto bien delineado. Enea Scala-rey Carlo de Suecia en Eduardo e Cristina- cuesta abajo en la rodada. Emisión restrasada y muscular, canto crispado, desigualdades por doquier... Tatarintsev fue un Aureliano cumplidor, digno, con una voz aceptablemente emitida. En el capítulo de las primedonne, destacar a nuestra Sara Blanch, triunfadora con su voz bien colocada, apoyada sul fiato -insisto, algo que debería ser un mínimo para subirse a los escenarios, hoy día es casi un arcano- canto cuidado y sobrada en el virtuosismo. Estupenda su coloratura, con notas picadas magníficas y la seguridad y luz en el sobreagudo. Femenina, enamorada y arrogante como Reina Zenobia en Aureliano in Palmira. Un timo la periquito, que ya es grajito, como Adelaide. Interesante Anastasia Bartoli como Cristina, una soprano lírica con cuerpo y apreciable volumen, un tantito fuera de estilo en Rossini (ya ha cantado Macbeth, Nabucco, Cavalleria...), pero con garra y expresión dramática.
De las batutas, el mejor fue George Petrou en Aureliano in Palmina, a pesar de no contar con la Orquestra Nacional de la Rai, que ya se ha asentado en el Festival y alcanzó notable nivel en las otras dos óperas. Jader Bignamini ofreció intensidad y pulso, pero estilo comprometido con algunos excesos. Lombardi sustituyó al accidentado Lanzillotta en Adelaide. Labor muy pulcra y refinada, pero caída de tensión.
Las producciones ya se han comentado. Poco que añadir.
_________________ "El canto como la belleza que se convierte en verdad" (Friedrich Schiller)
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