Acabo de estar en la Carmina Burana de la Fura dels Baus en el Teatro Nuevo Alcalá de Madrid. Función del 15 de febrero de 2017.
Este espectáculo ha estado en varios países (Italia, Chile,Taiwán, Argentina, Francia...) y ya estuvo en Madrid hace dos años. Ha estado muy publicitado y casi no quedan entradas.
En lo musical ha estado dirigida por Josep Vicent al frente de la World Orchestra Ensemble. Dadas las reducidas dimensiones del teatro, en lugar de una orquesta sinfónica la formación instrumental ha consistido en un conjunto de pianos, percusiones, flauta y bajo. Y teniendo en cuenta que en anteriores presentaciones ha contado con una orquesta completa, el que ahora se presente con una plantilla reducida hizo que me faltase algo.
Naturalmente, el principal reclamo es el trabajo escénico de La Fura, al mando esta vez de Carlus Padrissa. Siempre me han atraído sus puestas en escena, y además estaba el aliciente de ver una versión escenificada de esta maravillosa obra; ya que fue concebida para ser representada y hoy en día es más común representarla en concierto. La Fura no pierde oportunidad de presentarnos montajes provocadores, epatantes y explosivos. Aunque en estos tiempos ya no escandalizan como antaño, siempre ofrecen espectáculos muy deslumbrantes.
En esta producción se ha querido mostrar ese lado sexual, misterioso y mundanísimo que está explícito en la partitura de Carl Orff. El escenario está compuesto por un enorme cilindro donde se proyectan imágenes y que se transparentará cuando sea preciso. Detrás de él, cabe decir, se encuentra la orquesta. A ambos lados del escenario se encontrarán los coros. El vestuario de los coristas era blanco, pero el de cantantes y bailarines era más provocativo; con unos peinados de rastas y un intenso maquillaje facial blanco. Por ejemplo, la soprano tenía un vestuario provocativo formado por un corsé apretado y negro de estética propia de sadomasoquismo.
Nada más apagarse las luces aparecen los coristas por toda la platea realizando danzas misteriosas, de ritual mientras la soprano da notas de forma terrorífica. Luego van subiendo poco a poco al escenario, y entonces arranca el O Fortuna. Al principio, se me iba antojando un espectáculo un tanto soso, las proyecciones y la actuación no resultaban tan grandes en la primera parte. Luego mejorarían a partir de la segunda (bellísimo el Veris lieta faces y el Omnia sol temperat con unas proyecciones de primavera y el Sol preciosas) y tercera parte. En la que una mujer y luego un hombre bailarían dentro de un cilindro pequeño con agua que se convertiría en sangre o vino mientras el coro realizaba danzas. Pero entonces empezaría el terrible Olim lacus colueram.
El solista estaba subido en una grúa que simulaba una parrilla mientras el cilindro (que se había inclinado un poco en la base superior) proyectaba imágenes de muñecos-pollos asándose mientras el artista chillaba e intentaba apagar el fuego con sus soplidos antes de empezar su aterradora canción. En ese momento me sobrecogí y los ojos se me abrieron como platos. Llegué a sufrir por el pobre cisne, tal era el efecto de la escena. Desde ahí, el espectáculo fue a más y a más. Las proyecciones se tornaron más intensas y llamativas. Impresionante el Amor volat undique en el que la soprano estaba sujetándose a una columna en el cilindro que se había transparentado mientras se proyectaban cadenas. Entonces se sucedieron números cada vez más y más espectaculares y en definitiva el espectáculo se tornó muy disfrutable terminando con un O Fortuna final con la soprano triunfante sobre el cilindro que proyectaba una especie de mapa astrológico y el escenario iluminado de rojo intenso.
El Coro de la Universidad Autónoma de Madrid tenía una labor titánica al ponerse al frente de esta obra. La agrupación era de unas 50 personas aunque en escena se vieran un poco menos. Al principio parecía que se había quedado pequeño para lo que exige la gran partitura pero a medida que avanzaba la función fue mejorando. No obstante en los momentos más íntimos como Veris lieta o Amor Volat undique este número era conveniente. Ya en los dos números finales como en el bis final habían mejorado bastante y sonaron como un gran coro.
En cuanto a los solistas, el reparto del 15 de febrero fue el siguiente, aunque no es posible disfrutar las voces como se debe porque estaban amplificadas.
Amparo Navarro interpretó a la soprano: tiene los agudos impresionantes que pide la partitura pero la voz se me antoja algo pastosa y no muy juvenil para lo que requiere la obra. El barítono estuvo a cargo de Carlos Daza, quien demostró tener un porte actoral estupendo y vocalmente digno. El contratenor Jordi Doménech interpretó la canción del cisne asado, y fue toda una maravilla: interpretación sobrecogedora y voz aún robusta y en forma.
Aun así, sus actuaciones fueron impecables en lo escénico, a las que se suma la sensual actriz Luca Espinosa quien tuvo que bailar en ocasiones bajo el agua.
La función tuvo un enorme éxito, hasta el punto que se dio un bis de O Fortuna, más inspirado que los dos anteriores de la obra. Ya digo que me faltó la orquesta completa, pero la música de Orff es tan bella (y a veces irónica, ya que el Veris lieta faces es un canto a la primavera pero la música de Orff es sombría) y los poemas tan intensos que realmente se alcanzaron algunos momentos de magia. Ojalá vuelva esta producción a Madrid porque merece la pena verla.
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