Ayer estuve en La Scala de Milán viendo el Macbeth en directo. Subrayo. No youtube, no transmisión de onda corta, no radio macuto. En resumen, un Verdi con las calidades del teatro que guarda sus esencias. Dirección no incandescente de Chailly, pero con un sonido orquestal esplendoroso, borrando toda aspereza de la orquestación del primer Verdi, todo ello con sentido narrativo y creación de las atmósferas genuinas de la tragedia. Impecablemente construidos los dos concertantes y espléndidos el balllet y el preludio del cuarto. Fabuloso el coro con un patria oppressa muy emotivo. La Netrebko está ahora más para Tosca, Turandot, Maddalena... Sobre todo porque el timbre está muy ancho y pesante para la agilidad, pero lo cierto es que mantiene el agudo y la capacidad de filar (se fue a re bemol en filado al final del sonambulismo), además de la calidad y belleza tímbricas y todo su carisma. Que su Lady tuvo carencias, sí, que no es un soprano assoluto o drammatica d'agilitá, Quién lo es, aparte de Callas y, si acaso, Gencer, que creo que ya no cantan. Destacar la participación de la Netrebko en la coreografía del ballet del tercer acto. Eso es una diva de verdad, aceptando retos. Mi Lady Macbeth favorita de las vistas en teatro sigue siendo la flamígera Maria Guleghina, una voz más genuinamente dramática, pero Netrebko se ha quedado cerca con una notable interpretación. Salsi discreto vocalmente, se salva por acentos (se deduce un profundo trabajo con Chailly) y por caracterización. Abdrazakov, falto de anchura y rotundidad, pero frasea con nobleza. Ayón Rivas como Malcolm mostró más brillo y punta que un Meli aburridote, monótono, que canta cada vez más ancho, pero sin punta. Eso sí, como dice un gran amigo, en Macbeth el público tiene hambre de tenor y cuando lleha su gran aria del tercer acto aplaude con entusiasmo. El montaje no asusta a nadie y en el fondo no tiene nada. El primer acto se detuvo por un problema técnico que provocó gritos irónicos: "Grazie Davide", "vergogna! "
_________________ "El canto como la belleza que se convierte en verdad" (Friedrich Schiller)
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