Fructífero viaje operístico con el Festival Donizetti Opera de Bergamo como principal argumento y un anexo Berlinés a modo de magnífica guinda:
Festival Donizetti Bergamo:
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L'ange de Nisida. Una gran emoción poder presenciar el estreno Mundial de una ópera de Gaetano Donizetti, uno de esos puntales del repertorio lírico, del que uno jamás imaginaría poder ver un estreno. Impagable la labor de reconstrucción de "este puzzle" como ella misma lo califica, por parte de la musicóloga Candida Mantica. La ópera que iba a estrenarse en el Theatre de la Renaissence de París, no se llevó a cabo a causa de su quiebra y Donizetti desmembró la partitura sirviéndole de base para La Favorite. En L'ange de Nisida encontramos mucha música que no está presente en La Favorite (y al contrario, lógicamente), incluida la presencia de un personaje buffo. La representación se llevó a cabo en el cantiere del teatro Donizetti (aún en obras) con la acción en el patio de butacas (aún vacío), el público colocado en los palcos y en una tribuna situada en el escenario y la orquesta en el foso, de espaldas al escenario. Gran éxito, atractivo e inteligente montaje y en el reparto destacó una voz tenoril de gran interés, el surcoreano
Konu Kim. Voz liberada, no particularmente bella, pero bien colocada, toda fuera, legato de factura y registro agudo desahogada, además de entusiasmo juvenil a raudales. Un tenor a seguir.
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Lucrezia Borgia, Teatro Sociale. Roger Parker, coautor de la nueva edición crítica, consigna hasta 9 versiones de esta obra maestra, además de la del estreno Scaligero de 1833. En esta ocasión se representó una mezcla entre la versión original de 1833 y la de París, Theatre Italien, 1840, que como principales cambios contiene la sustitución de la segunda estrofa del aria "Com'è bello" por la cabaletta "Se voli il primo a cogliere", el aria escrita para Mario "Anch'io provai le tenere smanie" colocada en el último acto después de un coro inroductorio y en sustitución del Dúo Orsini-Gennaro, que, sin embargo sí se interpretó, además comparece la sublime cantilena de Gennaro "Madre, se ognor lontano" seguida de la cabaletta de Lucrezia reducida a una estrofa. Nuevo triunfo de
Xabier Anduaga con su voz de oro, un fraseo más aquilatado con una segunda estrofa del aria a media voz y un recital de fogonazos de luz, además de frescura y lirismo juvenil.Me dijó que ya le empezaremos a ver próximamente con asiduidad en España. Carmela Remigio se quedó corto en lo vocal ante el tremendo papel de Lucrezia y no digamos ante quien, las otras 6 veces que había visto esta ópera fue con Gruberova y Devia a razón de tres veces a cada una. Sin embargo, la Remigio compuso una Lucrezia de gran altura dramática. Una creación de gran penetración psicológica. Frizza refinado, pero falto de un punto de carácter, contrastes y tensión.
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Pietro il Grande, Kzar delle Russie. Ópera buffa (con elementos del género semiserio) con evidente y lógica influencia Rossiniana, pero ya con la personalidad Donizettiana que demuestra su talento para el género cómico. Programada dentro de la serie Donizetti 200 que prevé la representación en cada edición del Festival de las óperas del Bergamasco que van cumpliendo el bicentenario. El pasado año fue la primera de sus obras que llegó a presentarse en un teatro, Enrico de Borgogna, Venecia, Teatro San Luca 1818 y esta vez, Pietro il Grande Zar delle Russie, también llamada en su día Il Falegname di Livonia (se descartó este título por coincidir con una ópera de Pacini de igual título estrenada el mismo año en La Scala) que también vió la luz en Venecia, Teatro San Samuele. La función se valió de dos buenos Buffos, Roberto de Candia como el Buffo noble (Pietro) y, sobre todo, un espléndido Marco Filippo Romano como Buffo caricato o parlante, que realizó una gran creación del grotesto Magistrado Ser Cuccupis, con una comicidad hilarante, nunca excesiva, además con voz y no un deshecho como la mayoría de buffos de hoy día y sabiendo cantar, así como con un gran dominio del canto sillabato.
Berlín, Staatsoper unter den linden:
Samson et Dalila. Barenboim. Garança, Jovanovich, Völle, Youn. Función que tuvo como pilares la hermosísima dirección de Barenboim al frente de una orquesta sobresaliente y una insultante prestación vocal de Elina Garança, cantante superlativa en cuanto a técnica, emisión, condiciones de vocalista y atractivo tímbrico. Mezzo y batuta lograron magia embragadora en ese aria maravillosa que es "Printemps qui commence", así como en el famoso "Mon coeur s'ouvre a ta voix" y todo el dúo subsiguiente. Volntarioso, pero insuficiente Jovanovich con un registro agudo imposible, en el que el sonido se aprieta y blanquea de forma inmisericorde, con conatos de gallo incluidos. Rotundo, rudo, tonante, el Sacerdote de Völle.
Al abrirse el telón, no me lo podía creer, venía de ver un medio Konzep en Pesaro para Lucrezia Borgia, y en Berlín me encuentro con el desierto de Gaza, sus montañas, los personajes vestidos de hebreos, los soldados filisteos como tales, un cambio de escena del primer al segundo acto a vista de público tipo MET... El montaje del director de cine (Relatos Salvajes) Damián Szifron obtuvo división de opiniones de un público acostumbrado, parece ser, a otras cosas
Cierto es que la inexperiencia de Szifron en su primer montaje de ópera se traduce en una gran torpeza en el movimiento de masas (ese tercer acto) y que la producción toma partido en contra del elemento fundamental de esta ópera, que no es ninguna reivindicación política como he leído por ahí, si no la figura de la femme fatale (que desde el estreno de Carmen alcanzó el carácter de mito). Sin embargo, este montaje coloca a Dalila como una especie de víctima que ama a Samson y anhela formar una familia con él, lo que impide la pertenencia tribal del primero, que debe asumir como único objetivo en su vida liderar y proteger a los hebreos que para eso es el elegido por Dios. La frustración de su sueño lleva a Dalila a traicionarle y para certificar que su alianza con el sacerdote es meramente instrumental, lo apuñala al final.
Como digo, gran división del opiniones en el estreno del Domingo 24 que llevó a Barenboim a sacar a Szifron de su brazo para contener los abucheos. Yo braveé ruidosamente, porque los dos primeros actos me gustaron mucho, porque fueron gratos a mis ojos, porque abrirse el telón y ver un montaje conforme a libreto se ha convertido en rara avis y porque luchar contra el eurotrash es una cuestión en la que nos jugamos mucho.