Las bodas de Fígaro en Opera Holland ParkA nuestras queridas bodas les ha tocado pagar el pato de las restricciones (inicialmente de presupuesto pero también de imaginación) y montar una nueva produción encima de los decorados de la Traviata y con poco más que vestuario y unos cuantos muebles de traer y llevar.
Dos problemas principales: el vestuario es horroroso, como una versión kitsch de vestidos de época con colores chillones, y toda la propuesta escénica es un batiburrillo de código mezclados sin ton ni son que hacen aguas en una comedia que no consiguen hacer graciosa y que es incapaz de matener la tensión.
La mezcla de códigos que hace
Oliver Platt en general es un desastre pero lo peor es traer esa cosa tan de amateurs británicos de traer el toque de musicales: ya saben, donde al final de cada acto se junta el coro para hacer todos juntos una coreografía impactante en la que todos son amigos y cantan y bailan haciendo un jueguecito. El voi che sapete con Cherubino usando el folio con la letra a modo de micrófono de talent show podría haber tenido gracia si la cantante hubiera tenido un mínimo de gracia escénica.
La escena de Cherubino escondiéndose en el primer acto no funciona con solo un sillón en escena con una trampilla que apareće en mitad del juego. Y el juego de las dos puertas tampoco.
Musicalmente la cosa fue mucho mejor gracias a un muy eficaz
George Jackson que dirigió la reducida orquesta con tino buen estilo mozartiano. Brillo especialmente en una de las partes más deliciosas que muchas veces pasa sin pena ni gloria: la marcha nupcial y baile.
Ross Ramgobin fue un buen Figaro de timbre agradable,medios no demasiado generosos pero gusto y maneras. La
Susana de Elizabeth Karani aunque algo plana en su interpretación vocal. El peor de la tarde fue el conde de
Julien Van Mellaerts tanto en el plano vocal (horror de vocecilla atenorada) como en la concepción del personaje que suena a conde sibilino mas desagradable que bruto.
Nardus Williams, quizá la cantante con más carrera del reparto derrochó clase y cantó un bellísimo Dove sono. Flojo y atropellado el Cherubino de
Samantha Price