Lo que dice la crítica
http://www.diariodeavisos.com/hoy/noticias/cultura/P76898B.html
Citar:
Opinión - Ambiente musical
Puccini y Gallardo: una clausura emocionante
Con un curioso binomio de grandes operistas italianos finalizaba el pasado miércoles 9, en ambiente de auténtica fiesta, la presente edición del Festival de Música de Canarias. Corría a cargo de este evento la Orquesta Filarmónica de Gran Canaria bajo la batuta de su director asociado, el joven sajón Christoph König.
Miguel Ángel Aguilar Rancel
Tenía un papel esencial en este programa el Coro Filarmónico de Praga, auténtico protagonista de una primera parte dedicada a piezas sacras corales de Giuseppe Verdi; una opción dudosa considerando que se trata de obras muy menores que necesitan a gritos unos intérpretes que las "limpien, y den lustre y esplendor". Desgraciadamente, ni el Coro Filarmónico de Praga -ni probablemente König- resultaron los esforzados campeones que consiguieran obras milagros. Los mayores peligros las ofrecieron las obras a capella, donde el coro no consiguió clarificar líneas o aportar tersura, tensión y claridad. Las cuatro cuerdas se mostraron irregulares y poco limpias, con especial mención para la de las sopranos, aquejada de falta de empaste y un fuerte vibrato que comprometió seriamente la afinación.
La revancha vino con la presentación en versión de concierto de la ópera en un acto de Giacomo Puccini, Suor Angelica, una de las tres integrantes del famoso Trittico; a propósito de ello algunos cuantos pretenciosos pudimos añorar que los presupuestos dieran para llenar el programa con Il tabarro... o Gianni Schichi. El Festival volvió a lucirse con la ópera, y no precisamente porque todos los elementos estuvieran tan perfectos como en Der König Kandaules o en Daphne. La orquesta no estuvo al nivel que ha mostrado en otras ocasiones, y esto no pareció deberse a la labor de Christoph König, matizada, natural y elegante, ajena a toda afectación; dejó fluir la maravillosa marejada orquestal de Puccini con control y flexibilidad, de suerte que la orquesta se integró sin aristas en el drama, con el mérito extra e inusitado de jamás ahogar a los cantantes. El coro volvió a hacer de las suyas en las escenas de conjunto, especialmente en la angélica aparición final; curiosamente, las comprimarias, sacadas de las cuerdas femeninas, ofrecieron prestaciones más que dignas, perfectamente adecuadas a sus breves cometidos. Más reprobable parece haberlas apartado a los estrados del coro, quitando fuerza a un atinado juego semiescénico que manipuló las luces con efecto y presentó a la protagonista en lo alto del corredor central de la sala. Esto es especialmente negativo a la hora de quitar efecto al aciago encuentro de Suor Angelica con la Madre Abadesa. En el escenario sí estuvieron -tal vez porque no eran del coro- Silvia Dumpiérrez como Sorella Infermiera y Laura Alonso, una Suor Genoveva efectiva aunque algo destemplada y con marcados contrastes de color. A ella se añadió la imponente Zia Principessa de la mezzo-contralto Bernadette Manca di Nissa, de graves profundos y redondos y perfecta dicción; el trémolo y cierta falta de esmalte en los agudos en nada quitaron a su soberbia interpretación y añadieron un punto extra de caracterización. La protagonista absoluta, la ya internacional figura de Cristina Gallardo-Dômas no brilla necesariamente por la belleza tímbrica, que junto a zonas redondas y cálidas, muestra registros medios algo ásperos y un trémolo amplio y constante. Sus virtudes (y no son pocas para este repertorio) están en la seguridad, en la presencia y en la capacidad para identificarse absolutamente con un personaje y hacerlo suyo; hizo uso sensible de una amplia gama de recursos, medias voces, parlatos, ascensos impolutos, ataques blandos, en una gama expresiva versátil y atinada, que resultó a veces alucinada e introspectiva y otras desgarradora. La versatilidad de su instrumento le permitió además proyectar a todo la sala en los pianos o imponerse a orquesta y coro en los fortissimos.
Tal vez no fuera todo pluscuamperfecto en esta Suor Angelica, pero el Arte no siempre se hace de perfecciones. Puccini es un genial seductor y Gallardo-Domâs una auténtica artista; se creó la magia del melodrama, la magia de hacer música, y el Festival se clausuró, merecidamente, en medio de bravos y con el Auditorio en pie.
Il Frate