Hala, que empiecen las crónicas. Colgaré una más tarde.

Yo había colgado la mía en el hilo de "Luci", pero en efecto tiene más sentido abrir un hilo en esta sección, estimado Carestini. Copio y pego, pues:

Una nutrida representación del foro (WAM, bayista, Siddharta, Stiffelio, Gouverneur, MarttiT, Carestini, naietta, Yago, parte, dengakuman, Edgar, clara,...) tuvimos ocasión de asistir a las representaciones de Luci mie traditrici.

La función de ayer fue excelente. Empezando por la escena de Rebecca Horn, la artista alemana especializada en instalaciones, que supo capturar la atmósfera de la ópera con una escenografía casi desnuda, y haciendo que los cantantes parecieran atrapados en una extraña danza ritual, en algún lugar entre el sueño y la realidad.

La música de Sciarrino, en general, y esta ópera en particular, entraña una enorme dificultad de ejecución. A los instrumentistas les requiere explorar los límites de sus instrumentos, mientras que mantener la tensión de la partitura no resulta tarea sencilla para el director. Desde luego, Beat Furrer y la Klangforum de Viena superaron con nota estos obstáculos. Nos ofrecieron algo más de una hora de música interpretada con una precisión absoluta, y transmitiendo toda la enorme belleza que encierra la composición. Los efectos obtenidos por los instrumentistas situados fuera del foso, contribuían a esa sensación de realidad alternativa que permeaba toda la función.

El desempeño de los cantantes fue igualmente de primera categoría. Para cantar esta ópera no se necesitan voces grandes; ni siquiera grandes voces. Pero son absolutamente necesarios grandes músicos.

Al terminar la representación, merecidos aplausos y la sensación de haber asistido a la mejor función de toda la temporada madrileña.

delaforce le ha dado inicio a su crítica en la discusión general pero este es el sitio adecuado. estas han sido mis palabras:

Desde luego que al hablar de la función de ayer desaparecen muchas expresiones prototípicas de los "análisis" que hacemos a posteriori.

Luci mie traditici es una obra compleja y, sin embargo, todos los que asistimos -cuyo único mérito es el de dar rienda suelta a la curiosidad- nos quedamos pegados a la silla, con la sensación de que estábamos asistiendo a algo grande, irrepetible.

La labor del director, Furrer, de los cantantes sin excepción, una puesta en escena lograda para el fin previsto y un ambiente de silencio que me impactó por momentos. (Me consta que otras personas estaban solivientadas con algún espectador/a impresentable pero a mi durante la representación me asombró el silencio existente).

¿Posibilidades de volver a escuchar esta obra? Seguramente pocas. Sin embargo hoy me alegro de haber colgado del armario los prejuicios y haber disfrutado de esta extraordinaria obra.

No puedo terminar sin un agradecimiento personal: gracias, delaforce, por el trabajo realizado para darnos a conocer esta y otras óperas actuales. El trabajo, impagable, ha dado sus primeros frutos.

Aunque suene a peloteo y palmada en la espalda quiero, como ya ha hecho MartiT, dar las más efusivas gracias al Marqués por darnos a conocer esta obra. Nos introdujo en la música colgando fragmentos, nos tradujo el libreto al castellano y nos ha desmigado todo para que ayer pudieramos disfrutar de lo que veíamos y oíamos.

Excelente puesta en escena, sugerente y bella, con una dirección escénica precisa e inquietante. Estupendos cantantes, sobre todo los dos protagonistas que tienen el mérito de cantar una obra difícil haciéndola totalmente asequible al oído poco acostumbrado a esta música.

Lo mejor, para mi, la orquesta y su director. Tensión, claridad, precisión son alguno de los sustantivos que se les puede aplicar. Una gran noche de ópera.

pd. Edito porque no hago más que meter picias hoy en mi redacción. Que malas son las resaquillas

El tridente catacrocker (Bayi-Sidd-DengaQ) disfrutó de la ópera desde el palco, donde, por desgracia, los frecuentísimos crujidos de las butacas tienen la misma o mayor presencia que los efectos sonoros escritos por Sciarrino. Aun así, la música es lo que más me ha gustado de la función, empezando por el madrigal que canta el contratenor, y siguiendo por los intermedios instrumentales, en los que el tema inicial se va deshilachando, como arrastrado por el viento (preciosa la contraposición con las imágenes proyectadas), hasta que sólo quedan de él nudos dispersos.

Lo demás no me ha gustado tanto. Bueno, ya sabía de qué iba la cosa (había hecho los deberes ), pero no me ha acabado de convencer ese estilo recitativo-o-lo-que-sea: es interesante, sí, sobre todo por esa imbricación de módulos que van mutando ligeramente (me acuerdo ahora de algunos grabados de Escher), pero creo que, despojado de las palabras, es muy poco elocuente. Por ejemplo, en la primera escena, donde el barítono y la soprano están expresando cosas muy distintas (ella: hastío, agobio, reproche / él: miedo, inseguridad, debilidad) y, sin embargo, los dos me suenan exactamente iguales. Si a eso le sumamos mi dificultad natural para entender a las sopranos, uno puede llegar hasta a aburrirse (que no llegué, las cosas como son).

Bueno, no sé hasta qué punto esto es crónica de la función. Es que no seguí el hilo de delaforce en su día...

Abrazos para todos.

Bueno, tal vez esa sensación en lo que respecta a la primera escena provenga de que, en realidad, ambos están expresando el mismo sentimiento básico: felicidad y amor conyugal, cada uno con su personalidad.

La traición de la Duquesa no se produce por desamor a su esposo, ni por hastío en su matrimonio, sino por un enamoramiento brutal y repentino, probablemente transitorio, de otro hombre.

p.d.: por cierto, no es un madrigal, sino una elegía en forma de chanson.

Bueno, entonces el problema es que las escenas bucólicas me han sonado igual que todo lo demás . Y aunque no me haya empapado del libreto como usted, no tengo la misma opinión sobre el carácter de ese... encuentro amoroso.

Gracias por el detalle de la chanson, procuraré informarme.

Lo habéis contado casi todo, pero se me ocurren un par de puntualizaciones.

Para mí, si cabe, fue mejor todavía que la versión grabada del propio Furrer. No sólo por la razón evidente de que la puesta en escena y el trabajo actoral (magnífico, sobre todo la Raziejewska) complementaban, como debe ser, la música, sino porque, hasta vocalmente, la intención fue más matizada. Baste como ejemplo el único momento en que el barítono pierde la contención y a la pregunta “tanto mi amate?” responde gritando “più di quel che credete!” . En el disco, en mi opinión, el grito de Katzmeier es un pelo estentóreo, mientras el sábado me pareció mucho más angustiado y más contenido, en la línea de toda la obra, y en consecuencia menos “chocante” sin perder su intención de ser sorprendente. Y como eso, algunos otros momentos en que me pareció notar una mayor caracterización, como una versión más graduada que la grabada.

No tengo palabras para comentar la orquesta, porque la broma de sacar la entrada centrada y en primera fila, fue al final una bendición. Porque me fascinó ver a esos músicos hacer de sus instrumentos objetos de sonoridades insospechadas (los ”toc – toc” que se repiten en el último interludio y yo estaba convencido de que eran de percusión, los toca el fagot, por ejemplo).

En fin, que como comentábamos en la cena, fue una de las raras noches de toda una vida de espectador en que música, texto y escena se combinan de modo impecable para producir un espectáculo sin comparación: por eso la ópera es el arte escénico por antonomasia.

Hablando de texto otra breve nota: cuando al salir por el pasillo comentaba que la falta de sobretítulos no debía haber ayudado al público, un señor, evidentemente del Teatro, nos comentó que estaban listos para su proyección, pero que en los ensayos Rebaca Horn, la escenografa, había encontrado que rompían la estética del espectáculo y había pedido que no se pusieran.

Y la última observación. Mi grandísimo disfrute personal que espero transmitan estas líneas tiene un responsable con nombre y apellidos, que son los de Delaforce. Nunca hasta el sábado había estado en una ópera tan inhabitual tan bien preparado. Y desde luego que la preparación contribuyó enormemente a hacerme pasar ese rato inolvidable. Quedo su deudor, Señor Marqués. Gracias de verdad.

que envidia chic@s

sabado 6- buenisimo-

domingo 7 -Magistral -

estais de racha

Yo también os felicito y envidio, y he sentido mucho no poder acompañaros, espero no perderme la próxima cumbre de subversión musical. Por cierto que ayer estuve por primera vez en el nuevo Teatro del Canal (o los Teatros del Canal), que está bastante bien, y he visto que van a acoger otros títulos del mismo festival Operadhoy que ha programado la obra de Sciarrino. ¿Alguien conoce y recomienda alguna de las obras programadas?.

No me atrevo a recomendarla, pues no la he escuchado, pero este fin de semana tengo entradas para Massacre, de Wolfgang Mitterer. Puede ser una experiencia interesante.

Pues ya nos contarás. Yo, por fechas libres, sólo podría ir a Niebla el 20 o 21, a lo mejor al final me animo...

Anímate, y nos cuentas también. Yo, en esas fechas, me es imposible y bien que lo lamento.

Después de animar a los compañeros del lado oscuro , yo no había colgado la crónica correspondiente por falta de tiempo. Pero ahora ha llegado el momento de hacerlo.
El sábado 6 de junio en el Teatro de la Zarzuela fue para mí una de las mejores noches operísticas de toda mi vida, y ya van casi treinta años de ver y escuchar ópera (para quienes me hayan conocido aquel día, puede resultar sorprendente, pero es que yo empecé joven en esto de la ópera…). Sí, a pesar de mis tres vecinas de localidad, que se preguntaban sin parar que "cuándo se acababa", y a las que no detenían mis miradas asesinas, a pesar del percusionista espontáneo que contribuyó con un solo de bolsa de plástico incordiante, a pesar de las toses y otros efectos especiales no previstos, todo fue espléndido, maravilloso, de quedarse sin habla, sin respiración.
Sciarrino en Luci hace un exhaustivo muestrario de las posibilidades sonoras de la voz y de los instrumentos. Todo es como un encaje: detallista, minucioso, contrastado. El silencio también es música, y adquirió todo su valor en la tensa partitura de Sciarrino, precisa y llena de pinceladas donde nada es casual, donde tiene significado TODO cuanto se hace, se dice, todo cuanto suena, cada gesto y cada ausencia de gesto.
Teatro en estado puro. Lo que siempre debería ser la ópera. Una lección magistral para tantos cantantes que no actúan con su cuerpo, y que ni siquiera actúan con su voz de manera convincente.
La imaginación tímbrica de Sciarrino es simplemente exquisita. En la orquesta, todos, pero de verdad todos los recursos sonoros de las diversas familias instrumentales estaban presentes: el difícil tratamiento de los armónicos y el poder expresivo de los glissandi en la cuerda, el uso del frullato en el viento y diversos efectos percusivos, tanto más sorprendentes cuanto era difícil imaginar el instrumento que los producía, como ya observó con acierto Don WAM en un post anterior. Y todo ello servido de manera magistral por Klangforum Wien y la batuta precisa de Beat Furrer, un director exacto con los tempi y minucioso en los múltiples detalles, pero nunca un simple metrónomo humano, que es lo peor que podría ocurrir, aquí y en cualquier ópera.
Luci es todo un catálogo de las posibilidades tímbricas, expresivas y sonoras de la voz humana, desde el susurro (aaah, cómo me gustó ese principio del duo final, "Signor Duca! Signora Duchessa!", susurrado, pero perfectamente audible) hasta el grito, pasando por las diversas variedades de una línea vocal basada en la repetición y por distintos efectos de parlato de difícil afinación, con intervalos microtonales. Todo lo que se canta y se dice es importante, cada punto, cada coma, cada respiración, nada es casual, todo está dotado de expresividad. Y es que no sólo había cantantes en escena: también eran músicos en toda la extensión del término, por no hablar de su prodigioso trabajo actoral. Una tensión contenida a lo largo de toda la obra, y que sólo estallará al final, pero de una forma también contenida que se materializa en esa elegante muerte simbólica y real de la Duquesa, a la que el Duque descubre su corpiño rojo, y que cae exánime sobre el cuerpo ensangrentado de su amante.
Todos los cantantes me gustaron mucho, tanto desde el punto de vista vocal como escénico. Maravillosa la pareja protagonista, con un virtuosismo vocal basado en la expresividad minuciosa de cada nota y cada silencio (fue sobrecogedor el momento en que Il Duca, Otto Katzameier, llega prácticamente al grito, después del tono de temor contenido que ha marcado su intervención hasta entonces), y diferenciando la expresión de todos los sentimientos presentes en un texto tan complejo. Estupendo Simon Jaunin, el sirviente traidor, con sus vacilaciones entre el amor imposible y la lealtad hacia su amo. Y la elegancia de Kai Wessel como joven amante en el duo con la Duchessa (Anna Radziejewska) fue un contrapunto de serenidad en la tensión concentrada de toda la acción: sólo podría reprocharle a este estupendo contratenor ciertas imprecisiones de afinación en su intervención inicial con la bellísima elegía de Claude Le Jeune, que anuncia e impregna como un presagio todo lo que va a suceder.
La puesta en escena de Rebeca Horn es arte con mayúsculas. Una hermosura trágica, llena de simbolismos tratados de una manera muy elegante: los pétalos de rosa, la sangre, el empleo de los colores –en una clave muy inteligible, pero no por ello elemental–, el espejo con el que el sirviente se oculta el rostro, las patas de las sillas rematadas en cuchillos… Todo se insinúa, todo está presente en una tensión que no cede, pero de una forma magistral, tratando una historia sangrienta con una intensidad y una contención que es la antítesis exquisita de los peores resabios del verismo trasnochado.
Una gran noche en todos los sentidos: una hora y diez minutos repletos de emociones, que tuvieron la virtud de transportar a Carestini a los inicios de la ópera. Sí, que nadie se sorprenda. Esa capacidad de unir la palabra y el sonido –la música, que para Monteverdi debía ser sierva de la palabra–, esa carga dramática presente en cada nota, cada punto, cada coma, la riqueza tímbrica de una instrumentación cuidada y en modo alguno casual, el ambiente camerístico –y fue verdaderamente una representación da camera por el poco público que había en la sala–, la sombra de Gesualdo da Venosa siempre presente ¿no es todo ello una presencia viva del Barroco inicial en el arte vocal de nuestra época?

Estupenda crónica Carestini,, gracias

Y si hace treinta años que escuhas ópera.. ¿Te llevaban en pañales al Campoamor? Ya nos contarás que recuerdos tienes.