Regreso de Zurich muy satisfecho por haberme decidido finalmente a viajar allí, a pesar del anunciado cambio de Nucci por Bruson en el papel de Rigoletto. Como os contaré luego, finalmente me llevé una sorpresa al comprobar que volvieron sobre sus pasos y el Rigoletto lo cantó Nucci. En el fondo ya me había hecho a la idea de escuchar a Bruson, y me hacía cierta ilusión, por viejuno que estuviera. Sea como fuere, para qué engañarnos: mejor lo hizo Nucci de lo que podría haberlo hecho Bruson a estas alturas, casi con total seguridad.
Empecemos con el
Nabucco:
Colombara: enorme sorpresa, gratísimo hallazgo. Mis impresiones sobre él, a través de cd´s y dvd´s varios era entre negativa y nefasta. Me parecía un bajo de segundas venido a más que no se hubiera comido una rosca hace veinte años. Pues bien: me equivocaba y mucho. Es una voz de bajo como está mandado, con dos virtudes fundamentales, al menos el otro día: legato y fraseo con intenciones. El grave más justo de lo que debería, pero a cambio un registro medio pleno, muy bien timbrado, y un registro agudo solvente, aunque quedaba siempre algo atrás y velado, aunque nunca lo tapara lo orquesta. El rol de Zaccaria no es nada fácil, más bien todo lo contrario, un hueso duro de roer, y Colombara salió francamente bien parado. Lo mejor de la noche: su “Vieni o levita… Tu sul labbro…”, gracias también a los cellistas de Zurich, brutales. Una de mis páginas verdianas preferidas, que me llegó al alma. Quedé tan contento con Colombara que no me importaría escucharle incluso un Felipe, a ver si puede hacer algo interesante con un rol titular. Una última cosa sobre su timbre: en el registro medio me esperaba sonoridades más italianas, pero sin embargo Colombara me recordó muchísimo, pero una cosa bárbara, a Nesterenko, un pelín menos brutote y más lírico. Nu sé…serán alucinaciones mías…
Ángeles Blancas: amigos, estamos ante la nueva reina del canto cuántico. Madre mía, qué nochecita nos dio. Os confieso que me lo esperaba peor, mucho peor, pues algo hay que salvar. Empezaré por lo peor: unos problemas gravísimos de afinación, un fraseo siempre en forte, una dicción pauperrima, problemas con un registro grave inexistente y a base de gónadas, una mole teutona en escena sin el más mínimo detalle actoral, en fin… de juzgado de guardia. A cambio: una voz muy bien proyectada, grande, con un agudo y sobreagudo inmensos cuando los encarrila en condiciones. Ya digo: hubo momentos en los que hasta me gustó un poco y todo. Sobre todo hizo un estupendo “Ben, io t´ivenni…Anch´io dischiuso un giorno…”. Ahí estuvo desconocida, para bien. Precioso. Sin embargo, el setenta por ciento de sus intervenciones daban un miedo atroz. Sobre todo porque se empeña en adornar allí donde no sabe y cómo es incapaz, o sea, filando. Qué manía tiene con filar por doquier, venga o no a cuento. Si fuese una maestra del filado, adelante, pero es que no hizo ni uno sólo bien, ni uno sólo donde la voz no se quebrara. Una cosa diré en su descargo: el rol de Abigaille es muy cabr*n, y esta tía está como las maracas de Machín, así que el resultado podría haber sido mucho peor. Optimista que es uno.
Leo Nucci: hablaré de él más a fondo comentado su Rigoletto. Vara por adelantado, tanto para su Rigoletto como para su Nabucco, que sigo sin tragar la nasalización de Nucci al emitir, unas apoyaturas innecesarias, y un canto bastante planote. Como os diré, todo ello cambia notablemente ante su Rigoletto, pero como sucediera con su Boccanegra, quedaron al descubierto con su Nabucco. Pero ya llegaremos a esos comentarios. Aquí me limito a un par de notas sobre su Nabucco, específicamente: empezó brutote, casi ladrador, cantándolo todo en forte, fortísimo a veces, sin venir a cuento. El patetismo casi cómico con el que escenificó el “Chi mi toglie…” no me gustó nada. Durante toda la primera parte dio la impresión de estar cantando con el automático puesto, muy metido en el asunto, sí, pero pasándose por el forro el tema canoro. Algo mejoro en la segunda mitad, donde introdujo algunas medias voces interesantes, cuidó mucho más el texto, y logró un notable “Oh, di qual´onta… Deh, perdona…” junto a la Abigaille de Blancas. Lo mejor de la noche para él su “Dio di Giuda…”, fraseando con muy buen gusto, matizando, en fin, dando lo mejor de sí. Remató después el “Oh, prodi miei…” subiendo al agudo a placer, haciendo que el teatro se viniera abajo.
El resto del reparto entre lo correcto y lo mejorable.
Por último, un par de notas más sobre este Nabucco:
- puesta en escena: justita y con una mejorable dirección escénica del coro, de un estatismo molesto en la primera mitad de la ópera. Creo que es la misma del dvd de Nabucco con Nucci.
- Santi y la orquesta de la ópera de Zurich: sublimes, como os comentaré a fondo hablando del Rigoletto.
- Sobre Nabucco. Una música maravillosa, inspiradísima, melodías fabulosas. En fin: un Verdi de pura cepa. Peeero: es una ópera que paga el lastre de un esquema de números demasiado anquilosado. En otras obras del primer Verdi no se nota tanto, pero lo que hubiera ganado Nabucco con una concepción más continua del drama, más a lo Macbeth, donde es menor el precio de los viejos esquemas.
Y vamos ahora con
Rigoletto:
La primera sorpresa me la llevé al llegar al teatro y ver que los carteles anunciaban a Nucci en sustitución de Brusón. Flipé, y como os decía más arriba, no supe si el cambio era para bien o para mal. Para bien, me dije finalmente: al fin y al cabo lo que tenía interés era escuchar el Rigoletto de Nucci y no hacer experimentos con el también viejuno Bruson.
Antes de entrar con las voces, un par de notas sobre esta representación:
- era, como sucedió con el Boccanegra que escuché en enero, una representación de domingo a mediodía. No sé qué pasa en Zurich los domingos por la mañana pero el teatro estaba, de nuevo, medio vacío. Mejor para mí, obviamente: con una entrada de 25 euros me situé en una localidad de 250, como un señor, ganando una visibilidad del cien por cien. Con dos webs.
- la puesta en escena, sobre la que no tengo especiales comentarios, es la del dvd de Zurich con el Rigoletto de Nucci, de 2005 o 2006.
Y vamos con las voces:
Beczala: un señor tenor. Vocalidad perfecta para el rol del Duca. Puntos fuertes: un fraseo lleno de intenciones, tratamiento del texto, homogeneidad del registro, interpretación valiente y comprometida, escénicamente irreprochable, etc. Puntos revisables, que no bajos: el registro agudo, que es potente, fácil, bien resuelto, queda sin embargo un poco atrás, ligeramente velado, aunque no siempre. Además, a su timbre le falta un pelín más de metal, un toque más mediterráneo, más italiano, un agudo más soleado y brillante. Supongo que me entendéis. Ello no empaña un resultado global notabilísimo. Su Duca es extraordinario, sin el menor altibajo. Momentazos: el “Ella mi fu rapita… Parmi veder…”, con el que el teatro se vino abajo. Curiosamente, reacciones un poco más frías ante su “La donna é mobile…”. También excelente su “Possente amor mi chiama…” (no se fue arriba al final, obviamente). Donde sí se fue arriba, con Mosuc, fue al final del “Addio, addio, speranza…”. Resumiendo: voz muy valiosa, técnica estupenda, intérprete completo, cantante valiente. Poco más se le puede pedir, salvo lo dicho líneas más arriba. Me gustó mucho.
Mosuc: que tía más grande… bueno, ella es muy menudita y tendente a la redondez “alla Gruve”, un poco Peggy. Pero a lo que iba: qué voz tan hermosa, qué buen gusto, qué matices, qué capacidades técnicas. En fin: me quedé anonadado con ella. Proyección sobradísima, registro homogéneo como pocos en su tesitura, sobreagudo muy bien resuelto y de los que despeinan, medias voces de escalofrío, diminuendos y filados que para sí quisiera Ángeles Blancas. Ya os digo: quedé maravillado con ella. Una Gilda perfecta. Un “Caro nome…” de antología. Buahh… yo diría que la mejor de la noche. Hacedle caso a Hektor, y escuchad a Mosuc, que merece mucho la pena.
Nucci: bueno, pues por fin podía escuchar el tan alabado Rigoletto de Nucci. Como os decía, todos los problemas y limitaciones que se advertían en su Nabucco, casi por arte de magia, se minimizaron casi por completo en cuanto salió a escena como Rigoletto. Considerad, además, que cantó los dos roles con tan sólo día y medio de diferencia, y que es un señor de casi setenta años. O sea, que en ese sentido me quito el sombrero. Como os decía, la “encarnación”, literal, de Rigoletto por Nucci es algo que merece verse. Vocalmente tiene sus altibajos, sobre todo en los dúos con Gilda, donde acusa sobremanera la torpeza para medias voces acariciadoras, un canto piano, etc. Pero la forma de creerse el rol en escena es apabullante. Dramáticamente, no nos engañemos, sus recursos no van más allá de un Gobbi. Opta por el mismo Rigoletto patético y excesivo, que a mí no me termina de gustar, pero eso es lo de menos ahora. Momentazos de la noche: su “Cortiggiani…”, impresionante. Y el “Si, vendetta…”. Ahí el sobreagudo de Mosuc fue la re**stia, y el de Nucci espectacular. El teatro se vino abajo como en un orgasmo colectivo. Esos momentos en los que uno entiende lo que se debía sentir escuchando a un Corelli o a un del Monaco haciendo barbaridades.
Por resumir en torno a Nucci: admite muchos reproches vocales, su lectura tiene un interés dramático limitado, pero en escena merece verse, aunque sea para criticarlo con conocimiento de causa.
Y ahora unos últimos comentarios sobre ambas representaciones:
- sobre
Nello Santi: imaginad al abuelo italiano del anuncio de “Pasta Ranna” y sumadle la típica mueca de mafioso de Chicago años 30. Pues bien, el resultado, si ponemos unos 150 kilos de presencia, es Nello Santi. Qué tipo más entrañable, qué querido es en Zurich –se llevó los mayores aplausos de ambas noches, eh-. Y sobre todo: qué director tan bueno, extraordinario. En primer lugar es un director de ópera que es un director de cantantes y que aprovecha los momentos orquestales para deslumbrar. O sea: que sabe dónde y cuándo toca lo que toca. Le ayudó, obviamente, un sonido deslumbrante y maravilloso por parte de los miembros de la orquesta del teatro de Zurich, que es estupenda, pero Santi tiene gran parte de los méritos. El Boccanegra fue con otro director –ahora no recuerdo quién…-, y el resultado fue francamente inferior. Santi llenó de detalles de buen gusto cada esquina de la partitura y logró un equilibrio entre música y voces de los que tan a menudo echamos en falta. Bravísimo Santi, en resumen.
- sobre la Ópera de Zurich: es alucinante un teatro que en tres días –viernes, sábado y domingo- puede poner en escena todo esto: un Nabucco, una Agrippina (con Kasarova), un recital matutino de Kaufman con lied de Schumann, Schubert y Strauss (intenté entrar pero no quedaban localidades), un Rigoletto y un Turandot (con José Cura… no intenté ni entrar, pero seguro que quedaban entradas
). Resumiendo: alucinante capacidad (administrativa y económica) para poder programar todo eso. Gran teatro.
- acústica del teatro: en el Nabucco estuve en tercera fila de un palco del primer piso, a la izquierda del teatro (la derecha en el mapa de la web). Allí la acústica es mejor, no sé por qué, que en el palco, también de primer piso, pero del otro lado, desde el que escuché el Rigoletto. Levemente mejor, eh, nada excesivo, pero lo justo para que se notara –sobre todo con la orquesta-.
- por último, sobre Zurich: de mayor quiero ser suizo y rico. Cómo viven los muy perros. Qué país… y cómo cambia del invierno al verano. Ah, y qué hermosura de suizas. País perfecto para pegar el braguetazo. Seguiremos intentándolo en futuras visitas a este teatro.
Resumiendo: me lo pasé como los indios en Zurich.