Escenografía realmente original, respetuosa (primer plano: el camerín de Isolde, segundo plano: la borda del barco) y atrevida (proyecciones informáticas para crear perspectiva, amplitud) en el primer acto. Aunque todavía más en el segundo: azules para el bosque, un amarillo opresivo para el comienzo del duo y una naturaleza absolutamente devoradora que literalmente absorve a los amantes en el dúo. Para el tercer acto por primera vez vimos ( de nuevo una naturaleza omnipresente y opresiva) como un sol crece y crece y crece hasta quemar literalmente al desdichado Tristan; por primera vez vimos llegar el barco con Isolde hasta Tristan. Pero, desgraciadamente, despues de tanta maravilla, el final resulta totalmente decepcionante, azules y violetas en torno a Isolde, una vela blanca al viento detrás. Quizás algún día Alli sepa como visualizar esta transfiguración.
Por el contratio, tanto el vestuario como la dirección de actores son totalmente convencionales, sin aportar nada.
La lentitud del Preludio me llevó a pensar y temer que Halffter daría una versión aletargada de la obra, pero no fue así en absoluto. Dirección variada, sutil, muy contenida (quizá demasiado) en las dinámicas, con momentos realmente memorables, a recordar sobre todo una sublime advertencia de Brangäne. Respuesta orquestal memorable, cuerda espléndida, maderas bellísimas, cantables, metales totalmente contenidos por el director, tal vez demasiado. De no existir la de Les Arts de Valencia sería la mejor orquesta de foso de España. Tanto el Real como el Liceo deberían enrojecer de pensar que los teóricamente primeros coliseos líricos del país tengan en el foso formaciones inferiores a la de la Maestranza. En los Meistersinger del Liceo la orquesta sonó irreconocible, espléndida, pero eso fue mérito exclusivo de Sebastian Weigle que sacó lo mejor hasta lo inimaginable de los escasos medios a su disposición, con lo que se confirma una vez más que no hay orquestas buenas o malas sino directores más o menos competentes.
Por lo que veo, nadie menciona los cortes, que los hubo. Dos: el tradicional en el segundo acto y otro más en el primer monólogo de Tristan en el tercero, "Dünkt dich das". Por las duraciones anunciadas en el programa no eran previsibles cortes, con lo que servidor se llevó un buen susto y un buen disgusto cuando llegaron.
Pedro Halffter se declara embrujado por esta obra y dice que ya su padre, el famoso compositor Cristobal Halffter, le manifestaba lo prodigiosa que es hace muchos años. Sin embargo yo puedo contar una anécdota personal sobre esto. Ocurrió en febrero de 2000 en la Fundación Juan March de Madrid, en la mesa redonda de presentación de la entonces única ópera de Cristóbal Halffter, Don Quijote. En ella estaban presentes el libretista, Andrés Amorós, el compositor, el director musical, su hijo Pedro y como adorno intelectual José Antonio Marina. En tan ilustre mesa durante su intervención don Cristobal quiso poner un ejemplo de lo problemáticas que son las relaciones entre palabra y música y descendió a un caso concreto: "la máxima expresión erótica de la música occidental, el dúo del segundo acto de Tristan e Isolda"; aquí el poder expresivo, añadió, viene solo y exclusivamente de la música, pues en el texto no hay nada de valor, "solo se dicen banalidades",concluyó, "te quiero". Y no se crea que esto fue un calentón de un momento, hace poco ha aparecido un volumen firmado por él en que repite lo mismo y cita la autoridad de Voltaire, de que lo que no tiene valor en vez de decirse puede cantarse.
Sobre Hevelin Herlitzius hay división de opiniones. Nunca la había escuchado en vivo y sí en transmisiones radiofónicas. Resultó mejor de lo que esperaba. En el primer acto me recordó en efecto la Isolda vengativa de Astrid Varnay y la malherida por el destino de Martha Mödl, pero también debo decir que, no sé si debido a la convencional dirección de actores, parecía un tanto histérica. Realmente puede replegar la voz en un pianissimo y proyectarla en poderosos agudos, pero estos no siempre tienen la duración requerida. En el segundo acto apareció la Isolda amorosa (Birgitt Nilsson), con sorprendentes reguladores y acoplándose muy bien con Dean Smith que da lo mejor de sí aquí. En el tercer acto estuvo simplemente bien, pero sin llegar a lo sublime, que es lo único que puede hacer justicia a la transfguración de Isolde.
A Dean Smith he podido escucharle varias veces como Tristan y es simplemente una maravilla: distante en el primer acto, maravillosamente matizado en segundo y con una increíble construcción de sus torturados monólogos en el tercero. Ciertamente sería deseable una mayor variedad expresiva y una mayor dimensión heroica, pero escuchar una voz tan bella, tan bien emitida y proyectada hace olvidar cualquier reparo.
Espléndida Iris Vermillion, que contribuyó a una advertencia a los amantes en el segundo acto de antología, para no olvidar.
Martin Gantner empezó flojo y me hizo temer lo peor pero en el tercer acto estuvo francamente bien.
Reinhard Hagen es el típico bajo hoy disponible: noble en el centro, sin graves y en su caso sin agudos, con el paso sin resolver y con la edad que tiene no sé si lo resolverá algún día.
Pronto se anunciará la próxima temporada de La Maestranza, a ver qué sorpresas nos prepara Pedro Halffter, se habla de otro Schrecker. Veremos.
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