La modesta temporada irundarra se ha planteado para este año la puesta en escena de dos retos nada desdeñables: Don Giovanni y La bohème. Los que lean mis crónicas de funciones saben que siempre he aplaudido la dignidad de esta minitemporada y por ello no he dudado en ir al insuficiente Amaia Antzokia para ver este Don Giovanni, como tampoco he dudado en recomendar la asistencia al mismo.
Recien llegado de la función (y un par de birras post) quiero deciros que, una vez más, la Asociación Lírica Luis Mariano ha logrado su objetivo: ofrecer en una pequeña ciudad como Irun una función dignísima en un teatro sin ninguna posibilidad técnica y -presumo- sin tener un solo euro en la cuenta.
Escrito esto todo supondreis que la puesta en escena -de Roberto Punzi- ha sido clásica y muy sencilla, donde todos los movimientos de estructuras se realizan a mano (a empujón limpio) y donde la escena más complicada, la de la cena con el Comendador se solventó sugerentemente, ya que Don Giovanni es arrastrado al infierno no por su víctima masculina sino por mujeres -sus reales víctimas- fantasmales que le dan la mano hasta provocar su fin.
El tono general de las voces ha sido suficiente aunque, como siempre, ha habido buenas voces junto a otras más discutibles. En general ellos ganaron a ellas de forma ostensible. Para ello clave es el Don Ottavio de Philippe Do, el mejor con traineras de diferencia. Su Dalla sua pace fue lo mejor de la noche y su otra aria -Il mio tesoro- fue notable, alternando un fiato considerable con unas agilidades feas, cuasigallinacias, artificiales. De todas maneras lo mejor se oyó de su garganta,... cuando se oyó porque considero irritante su actitud totalmente pasiva en los concertantes donde de forma evidente se limitaba a abrir la boca y hacer mímica, sin emitir sonido alguno.
A buen nivel el Leporello de Ernesto Morillo, de dotes cómicas aceptables y con un grave notable (que ya demostró en su anterior Sarastro) y así mismo Ruben Amoretti, que ha sido el protagonista, un Don Giovanni primitivo, histérico, poco caballeroso. En su debe, un canto monocorde y excesivo en intensidad donde el verbo matizar apenas se conjuga; en su haber, una voz noble, densa, de volumen que cargaba al personaje de trascendencia, de carisma.
Los otros dos protagonistas masculinos eran Isidro Anaya (Masetto), mejor actor que cantane y un error de reparto, el único evidente, el italiano Alfonso Guarenti como un Comendador áfono. ¿Estaba enfermo?
Lo de ellas ha sido más irregular: Marifé Nogales, sin alcanzar las excelencias de otras noches fue una Zerlina notable y muy bien interpretada. Cecile de Boever era Donna Anna y alternó frases bien dichas, con intención, con otras propensas a ser calificadas de grito. Y María José Martos me decepcionó como Donna Elvira con una voz muy poco atractiva y un canto desdibujado y superado por la partitura.
Aldo Salvagno dirigió a la escasa Orquesta Luis Mariano, de jóvenes instrumentistas preocupánose dobre todo de las voces; canto con ellos toda la ópera y se ocupó de facilitarles el camino en un proceso -supongo- de pocos ensayos y muchos pequeños problemas a superar.
Irun y modesta ópera digna son sinónimos. Suerte que teneos algunos.
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