Simon Boccanegra – Zurich – 25 de enero de 2009
El pasado domingo 25 me acerqué a Zurich para asistir a una representación de Simon Boccanegra con el siguiente reparto:
Director - Carlo Rizzi
Producción - Giancarlo del Monaco
Cantantes:
Isabel Rey (Maria Boccanegra/ Amelia Grimaldi)
Julie Bartholomew (Amelias Magd)
Leo Nucci (Simon Boccanegra)
Roberto Scandiuzzi (Jacobo Fiesco)
Fabio Sartori (Gabriele Adorno)
Massimo Cavalletti (Paolo Albiani)
Giuseppe Scorsin (Pietro)
Benjamin Bernheim (Hauptmann)
Algunas impresiones generales.
Verdi lo aguanta todo. Verdi es más grande que cualquier tentativa de verdicidio. Disfruté como un niño viendo en directo uno de los títulos verdianos que más aprecio. Es increíble cómo, a pesar de condiciones vocales y escénicas lejanas al ideal, sin embargo el drama funcionó, la música fue grande, y Verdi me puso la piel de gallina en muchos momentos. Por eso digo que Verdi lo aguanta todo.
Por otro lado, acostumbrado a escuchar esta composición en los registros más clásicos y archiconocidos, y sobre todo teniendo bien presente lo que hicieron Cappuccilli, Ghiaurov, Freni, Carreras, Van Dam y Abbado (ahí es ná…; me sé de memoria este registro…lo puedo escuchar de principio a fin con solo cerrar los ojos), la verdad es que era difícil no resultar hipercrítico con las prestaciones (va por ti, Sid
) de este reparto vocal, lleno de viejunos (Nucci y Scandiuzzi), de extrañas presencias en repertorio verdiano (Isabel Rey) y de nombres poco conocidos y escuchados (Sartori). Pero hice el esfuerzo, y debo decir que a pesar de todos los pesares, disfrute. Las voces, como ahora os contaré con más pormenores, tuvieron sus más y sus menos. Pero en conjunto, hicieron un Verdi, si bien poco o nada ortodoxo, bastante disfrutable. De ahí, de nuevo, que diga que Verdi lo aguanta todo.
Vamos con las voces.
Nucci: tal y como lo esperaba. Esto es: impresiona que su voz, rozando este señor los setenta años, siga estando ahí. Y al mismo tiempo: qué lástima que siga estando ahí con todos los “peros” que ha tenido siempre. Una de cal y otra de arena, por tanto. Por un lado siempre es grato encontrarse con una voz que se deja oir, que corre, que se ve proyectada con eficacia, que suena homogénea. Pero es una pena que todo se reduzca a un canto plano, muy plano, marcado por la ausencia de reguladores, de dinámicas, por un fraseo veristoide y redundante, por un canto siempre en forte, huérfano de medias voces y que acude a otras artimañas dramáticas (marca Gobbi, para que se hagan una idea) para llegar allí donde la técnica ya no asiste. Lo peor de todo fue esa sensación de canto plano: no ha lugar que se cante igual el “Figlia, a tal nome…” que el “Plebe, patrizi…”. Escénicamente –pero esto no se lo achaco a él- igualmente plano y “básico”. Y sin embargo, ya digo, me molestó menos de lo previsto la nasalización a la que tiende su voz, que se acusa menos en directo que en el disco. Y asimismo me hizo vibrar en algún que otro momento. Pero como decía al principio: me temo que esas vibraciones eran cosa de Verdi y no de Nucci.
Scandiuzzi: hará tres veranos -¿o cuatro ya? Cómo pasa el tiempo, por dios... -, me hallaba yo en un curso de verano de la UIMP, en Santander, y Scandiuzzi estaba también por allí dando unas lecciones de canto en la misma universidad. Me colé en las susodichas clases y le pude escuchar a cosa de diez metros durante varias horas. Me dejó una buena impresión –mi oído entonces no era el de ahora, y su voz tampoco, doy por hecho-. Se confirmaba así mi idea, por aquél entonces, de que era un bajo solvente, dado todo lo que le había escuchado en disco hasta el momento. Sin embargo, desde aquella fecha todo lo que le escuchado me devolvía impresiones nefastas. Una voz gastada, llena de trucos, dramáticamente perezosa, pobre en resumen. Me esperaba lo peor, por tanto, de su Fiesco. Un rol tan bien servido por mi adorado Ghiaurov… y por tantos otros (Pinza, Siepi…), tan lleno de matices, tan emocionante vocalmente hablando… no me quería ni imaginar cómo podía sonar con la voz del gastado Scandiuzzi. Y he aquí éste entró en escena y se marcó un “A te l´estremo addio… Il lacerato spirito” de impresión. Lo hizo todo bien. Nada que objetar, salvo que la voz ya no corre, carece de squillo, es opaca y escasamente homogénea. Por tanto: hubo intenciones, y muchas, y la voz estaba ahí, pero viejuna, pobre, insuficiente, sin quilates ya para servir al rol como merecía. Conforme avanzó la representación fue acusando un cansancio importante, bastante evidente con algunos problemas de fiato, algunos problemas de colocación y afinación… poco a poco iba bajando su rendimiento, lejos ya de ese espejismo que había sido su primera aparición, recién salido del camerino, con la voz recién calentada, en su sitio. Acabó recurriendo a feos trucos de fraseo, haciendo casi en parlato pasajes que exigen mucha técnica y más bien poco teatro.
Isabel Rey: ¿qué hace esta mujer haciendo Verdi?, me preguntaba yo antes de escucharla. Y eso me pregunté de nuevo cuando entró con el “Come in quest´ora bruna…”, con la voz todavía no caliente, con problemas de afinación, llegando apurada por arriba. Mal se presentaba la cosa. Claro: uno se mal-acostumbra a Freni, que cantaba este rol con un dominio insultante y luego pasa lo que pasa. Pero no, no fue todo tan mal como pintaba al principio. Ni mucho menos. Isabel Rey tiene una voz hermosa y una técnica eficaz (a la que confieso no haber seguido hasta la fecha). Cuando fue calentando y se sintió más cómoda –incluso su expresión facial así lo indicaba, empezó muy nerviosa con la zona aguda-. Resumiendo: llegó a hacer cosas francamente interesantes y hermosas cuando perdió los nervios y dominó su voz. Escénicamente es bastante sosa –a lo Bayo-, pero también pudo ser cosa de la dirección escénica, como luego diré.
F. Sartori: de nuevo impresiones contradictorias con este reparto. Una voz grande, potente, solvente, homogénea, con un registro agudo de campanillas. Un cantante con gusto, con ganas de frasear, técnicamente en su sitio. En fin: todo lo que se le puede pedir a un tenor verdiano. Y sin embargo, dramáticamente planote, más bruto de lo que debería en muchos momentos. Les confieso mi impresión: como si Corelli se hubiese metido a jotero. Metió unos agudazos de impresión, la voz corría que daba gusto, se lució con algunas medias voces; pero al mismo tiempo su canto era previsible, sus inflexiones más veristoides de lo debido… buscaba más la galería que otra cosa. Creo que los que habéis escuchado a Berti en directo comentabais cosas similares. Resumiendo: si le pusiera más ganas y más autocontrol, la voz da de sí para hacer cosas muy interesantes.
M. Cavaletti: habrá que seguir a este joven, que va sobrado de medios y tiene buenas intenciones. El rol de Paolo es de jugoso lucimiento y vocalmente no demasiado comprometido, de ahí que no lance las campanas al vuelo en alabanzas, pero me dejó muy buen sabor de boca.
Orquesta y director:
Lo diré con pocas palabras: esperaba un sonido más denso y un fraseo más jugoso, que sólo apareció en el último acto. Rizzi dejó pasar muchas oportunidades, y parte del canto plano de los intérpretes se le puede achacar a él, que hizo bastante por que no pudiera ser de otro modo. Buena orquesta, en cualquier caso, pero esta gente puede hacer cosas mucho mejores, como demuestran unos cuantos dvds que circulan por ahí (el de Maestros Cantores, el de Rigoletto, etc, etc.)
Escenografía y dirección escénica:
Hay que ser “melón” para pensar que revistiendo el cartón piedra de mármol, el cartón piedra dejará de serlo. Pero claro: Giancarlo del Monaco es un melón, pero un melón de antología, un melón que deja en ridículo a las mamellas de la Dessi. No tengo palabras para describir la cutrez de una escenografía basada en hacer una apología del mármol. Qué pobreza, por dios. Para hacer el tonto, mejor hacer escenificaciones clasicotas y a correr. Bien pagaría yo por ver repuesto el Boccanegra de Strehler, el de la Scala en los setenta. Pero esta tontería de G. del Monaco no tiene ni pies ni cabeza: mármol, mármol y más mármol… pero es que además era mármol fijo, fijo ahí durante los tres actos y el prólogo. Sólo cambiaba la iluminación (excesiva y torpe, por otro lado), y el fondo marítimo que iba cambiando (algo he leído sobre las pajas mentales que se hecho G. del Monaco con el “elemento marítimo” y su significado en la trama… flipo sin cesar con este hombre). Si queréis que me extienda más, decidlo, pero paso de gastar palabras en criticar esta pobre escenografía.
Aquí hay varias imágenes para que lo comprobéis por vuestros propios ojos.
El teatro.
Pequeño, estupenda acústica… Y un dato de interés: es muy facil colarse en el descanso.
Nadie pide las entradas al volver en el descanso, y todas las puertas están abiertas. De modo que: foreros que residan en Zurich (no habrá ni uno ni medio, pero bueno…), cuelense en los descansos!
Coñas aparte, me sorprendió que aproximadamente un tercio de las localidades estuvieran vacías, cuando en la web aparecían como vendidas. A mí me vino de perlas, porque me pasé a primera fila de palco, ganando una visibilidad del cien por cien.
pd. ya lo he dicho: a pesar de todos los pesares me lo pasé como los indios. Viva Verdi!!!!