Teatro de la Zarzuela, 3/11/08. Ciclo de Lied. "El canto del cisne" y tres lieder de Schubert.
El otro día tuve mi segunda vez con Bostridge en medio año. Faltaba una pieza fundamental del trío de sobrinitos que disfrutó de él en Zaragoza (también el gran Stiffelio), pero se sobrellevó como se pudo
La voz de Bostridge es heterodoxa. Muy corta por arriba, nunca termina de realizar un verdadero pasaje cuando lo necesita (el sonido está siempre basado en el centro, empujado hacia el agudo hasta su límite), resolviendo los agudos con un sonido entre el falsete y el mixto que es suficiente para el repertorio abordado. Tampoco es una voz grande, aunque la proyección es correcta y el torrente adecuado para una noche de lieder
de salón Sin duda su mayor atractivo es la enorme musicalidad con la que aborda todo, y la obsesiva y puntillosa atención a las palabras, virtudes que hacen de él un excepcional liederista.
La otra noche en la Zarzuela su voz estaba algo tocada. Dificultad en las dinámicas (se le apagó la voz en un piano, teniendo que retomar el sonido), corto en los agudos y demasiado forzado en los graves, algo ahogado en las partes rápidas (el
Abschied fue algo angustiante...). Y sin embargo, todo seguía ahí, la encarnación absoluta de cada lied, la interpretación vibrante de cada palabra, un bellísimo viaje a través de la nocturna serenidad de
Winterabend, la alegre nostalgia (diga lo que diga Sharpless
) de
Ständchen, la agresividad de
Atlas... Nunca olvidaré, fundida con mi recuerdo de la otra vez que lo escuché en Zaragoza, su interpretación del
Doppelgänger, uno de mis lied favoritos: iniciado casi en un susurro, como si todos los espectadores estuviéramos frente a esa casa, silenciosos, temiendo llamar la atención del misterioso personaje; y terminado con un escalofriante grito de desgarro. Cerraron el recital dos lieder más de Schubert, uno de ellos un bellísimamente cantado
Du bist die Ruh.
Un recital que demostró que se puede disfrutar de la música aun cuando la voz no está del todo bien. Que se pueden perdonar algunos defectos cuando hay algo que llega a otro sitio, más allá de los juicios técnicos. Porque en el fondo, cuando un artista parte de un concepto correcto, puede tener una noche regular, pero todo sigue estando ahí.