Pues he tenido que dejar pasar un par de días para que mi cabeza rumie qué es lo que ha visto. Siendo una de mis óperas favoritas en absoluto, me resulta casi imposible decir que no me ha gustado, puesto que con esa música no se pueden no encontrar momentos de disfrute a lo largo de las 5 cortas horas que dura.
Intentando ser lo más objetivo posible, diré primero que no me he reído (ni tampoco he escuchado a nadie hacerlo ), ni me ha producido grandes emociones este montaje, ni tampoco me ha hecho reflexionar sobre los grandes temas que Wagner aborda en su monumental partitura.
Personalmente yo no veo esta ópera como una comedia (aunque el propio Wagner la concibiese como el “pendant” cómico deTannhäuser), sino más bien como un ejercicio de doble reflexión: la más obvia se refiere al arte y la música alemanas en una época en la que Francia llevaba la batuta y donde en ópera la tradición italiana seguía reinando. Alemania estaba buscando un lenguaje musical propio que la despegase de estos estilos y pudiera identificarse de forma clara con una personalidad nacional definida, y de la que Wagner se veía como el máximo impulsor, teniendo como modelo a su sacralizado Beethoven.
La otra reflexión que para mi tiene el argumento, es el conflicto entre lo nuevo y lo viejo. Wagner se “inventa” una música antigua , con muchos elementos diatónicos, para, sin embargo, hacer apología de la música nueva, a la que él representa con la abundancia de cromatismos que hay en sus obras más “modernas”. Asímismo, el drama de índole personal que desarrolla el argumento, es un drama íntimo, y nos habla de un protagonista que envejece pero todavía no lo suficiente como para no sentir el deseo y la necesidad de amar y ser amado exactamente igual a cómo las sentía 20 años antes. . Y cómo, en un acto de gran generosidad, abandona sus ilusiones para concentrarse en la felicidad de la persona que quizás hubiera podido colmar la suya ( y que de no ser por la aparición de Walther posiblemente también hubiera sido feliz con él). Walther se lleva el premio con lo nuevo, su canción no sujeta a reglas , y rechaza a los Meister (lo viejo) y Sachs le echa la bronca defendiendo el sacro arte alemán . Hasta Pogner propone algo viejuno (dar a su hija al maestro que gane), con un matiz nuevo (ella será quien tenga la última palabra). Y finalmente Eva abandona lo viejo (a Sachs) por lo nuevo (Walther).
Todo muy ingenioso por parte de don Ricardo.
De todo esto pasa Pelly de puntillas en este montaje, donde quien adquiere un inusitado protagonismo es el personaje de Beckmesser, convertido en una caricatura muy exagerada del ridículo pretendiente que se nos muestra (aunque seguramente a don Richard le hubiera encantando ver a su menospreciado Hanslick cuanto más ridículo, mejor).
Siendo la ópera a la que más veces he acudido en vivo, junto con las de Mozart, he visto todo tipo de interpretaciones, incluyendo sexo desaforado entre Sachs y Eva, y otros excesos que me llevaría tiempo enumerar. Bueno, lo que tiene una ópera tan larga y rica en posibilidades es q a veces los directores de escena busquen demasiada novedad o sorpresa, siendo complicado acertar en todo.
Este montaje me parece en general un poco sombrío, y bastante mal iluminado. El primer acto fue correcto en la presentación de los personajes, pero falto de vuelo, y en el segundo definitivamente no vi nada de la magia de la Noche de San Juan. Ni me gustó la maqueta ni las casitas de cartón, aunque la utilización de todo el espacio escénico del teatro es muy espectacular. El tercer acto, el mejor resuelto de los tres , fue un alarde de las posibilidades técnicas del teatro, aunque me siguió faltando luz en la escena de la pradera, en ese maravilloso coro final donde el pueblo arropa la melodía de Walther con unas oleadas de marcados contrastes dinámicos que tampoco escuché.
Poético el momento final q no desvelo, y del que también he visto interpretaciones desde lo más convencional al disparate mayúsculo.
Musicalmente, la obertura me sonó muuuuy blanda. El fastuoso contrapunto de los temas poco resaltado, y algunos de ellos, recónditamente escondidos en compases sueltos de este o aquel instrumento, simplemente no aparecieron. No obstante, es encomiable la labor de Heras-Casado, que si bien no consigue una versión sobresaliente, sí bastante honrosa. La música de Meistersinger propone un continuo conflicto entre lo nuevo y lo viejo, diatonismo y cromatismo, pero a mi lo que me resulta más atractivo es esa utilización de los leitmotifs para alargarlos y combinarlos entre sí para crear frases y secuencias melódicas largas o larguísimas que suenan cada vez con un color o una instrumentación diferente en la orquesta, a diferencia del Anillo o Tristan, donde quedan circunscritos a momentos mucho más concretos y de menor duración. Creo que esta riqueza y variedad sonora si la consiguió en bastantes momentos el director.
Tiene mucha más afinidad con los pasajes más líricos y reflexivos y así tuvo grandes momentos en el comienzo del segundo acto. Los cromatismos que en el prólogo del tercero nos describen las cavilaciones de Sachs, a punto de tomar su sacrificada decisión, también fueron tocados con suficiente unción.
La orquesta no es la de Viena, Berlín, u otros grandes teatros, pero aún así tiene un muy buen nivel. Le falta esa redondez de sonido, el adquirir un timbre reconocible y que le sea propio. Creo que con un buen director fijo llegarán a conseguirlo. Todos les hemos escuchado bastante asombrados en complejos repertorios del sXX.
El coro, sin embargo, está al nivel de cualquiera de los mejores ( yo diría que Munich y Amsterdam) , aunque esta vez estuvo algo pasado de volumen en el “Wach Auf “, y poco envolvente y sugestivo en el final del “Preislied”. Tampoco creo que sea culpa de ellos, q han demostrado ser capaces de logros mucho más difíciles.
Los cantantes…… reparto un tanto acomodaticio para una ópera magna que lleva más de 20 años en el dique seco de este teatro.
Nicole Chevalier se fue creciendo desde un principio muy anodino, con limitadas capacidades vocales y escénicas hasta un quinteto suficientemente aseado. Su gran intervención con Sachs, nudo gordiano a mi entender de esta ópera, se quedó algo cortita de lirismo e intensidad. Hay que decir que se anunció que estaba pasando un proceso gripal, y naturalmente no pudo dar el 100 por 100 de sus posibilidades.
A Tomislav Muzek lo vi hace un año en el mismo papel y me dejó exactamente la misma impresión. Justito en todo, el TR podría haber hecho un mayor esfuerzo, habida cuenta de la ópera que se trata, nueva producción, etc, etc…
Canta muy bien Gerald Finley e interpreta el papel admirablemente. Por edad y presencia le va como anillo al dedo, pero el tiempo no perdona y el volumen y la potencia se resienten en muchos momentos. No obstante, a mi fue el que más me convenció del reparto. No es culpa de él si el personaje que se nos presenta me pareció poco introspectivo y no muy implicado en su propio drama personal.
Asimismo muy bueno vocalmente Leigh Melrose, pero a mi no me gustó esa comicidad impostada y por momentos exagerada y caricaturesca. He visto Beckmesser serios y cómicos—recuerdo un maravilloso Johannes Martín Kranzle en Bayreuth— pero ninguno tan pasado de rosca. Ya sabemos que el humor de Wagner tiene poco de cómico, e intentar forzarlo no creo que consiga mejores resultados. Eso sí, cantó estupendamen te su parte.
Estupendo de voz Jongmin Park, le hubiera pedido un poco más de autoridad escénica a su Pogner,
Bien el David de Sebastien Kohlhepp, resaltando el lado ingenuo del personaje, y correcta la Magdalene de Anna Lapkovskaja, a pesar del tremendo berrido que pegó en la fuga del segundo acto.
Correctos los Meister, que se nos presentan como un grupo de vejetes un poco gore, de nuevo dándoles una actividad escénica supuestamente cómica, que nuevamente, a mi no me convenció.
En definitiva, unos Meister dignos pero sin brillo. Para mi, que llevo esperándolos 20 años en este teatro, eran una prueba de fuego para situarlo en el ramillete de los grandes. De momento, se me queda en un “progresa adecuadamente”.
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